NAVEGANDO POR LA RÍA DE VIGO

La primera vez que uno contempla la ría desde el mar, tiene la sensación de entrar en otra dimensión, en la que se percibe mejor la relación fraterna que existe entre el agua y el litoral y dónde el agua cobra el protagonismo que en realidad tiene, y que algunos humanos son incapaces de percibir, enfrascados, como están, en sus cosas terrenas y urbanas.

El mar en las rías suele ser generoso y amable e incluso, cuando se enfurece, suele hacerlo con contención y mesura. Este buen talante no siempre es correspondido por quienes habitan sus costas y surcan sus aguas, si hemos de juzgar por la cantidad de plásticos y residuos que a él se arrojan todavía, con descuido y negligencia inexcusables, y que, pacientemente, Neptuno se ve obligado a devolver en playas y roquedales para vergüenza de todos.

Aprovechando este buen talante, es posible, y necesario si uno tiene el “gen marinero”, como es el caso en los terranovas, navegar estas costas y hondar sus aguas durante todo el año, con alguna prudente pausa durante los escasos, pero inevitables, temporales duros de invierno.

El viento y el sol no suelen faltar en las travesías, y también, a veces, acompañan nubes y algunos chubascos que aportan belleza y emoción a la cosa; aunque esta última opinión no todos la comparten y, probablemente, adoptarla exige poseer el famoso “gen marinero”.

Es cierto que los que pertenecemos a la especie perruna, aún tratándose de terranovas, no somos muy amigos de pisar plataformas inestables, como son las propias embarcaciones y esa especie de pasarelas flotantes que llaman pantalanes, y necesitamos un período de adaptación para acostumbrarnos a sus vaivenes.

Fe, mi amigo humano y capitán en la mar, siempre nos tranquiliza a los neófitos afirmando con rotundidad que un barco de vela de crucero, como es el caso, es prácticamente involcable, debido a su quilla lastrada, por mucho que escore navegando hacia el viento, y que si, en un caso extremo y altamente improbable, lo hiciese, se adrizaría de nuevo, por efecto del lastre, girando sobre sí mismo.

Comenzando la navegación desde el Sur, la llamada ría de Vigo, aunque es también de Cangas y Redondela y Moaña y... nos ofrece dos caras muy diferentes; una más civilizada y tranquila, desde Punta Borneira y Alcabre hasta San Simón y Cesantes, la parte interior; y otra, más agreste y salvaje, y abierta al océano, siempre con la protección de las Islas Cíes, y que se prolonga hacia el Sur, cruzando el paso entre las islas Estelas y Monteferro, con la ensenada de Baiona y Panxón.

Los fondeaderos más habituales suelen estar en la costa norte de la ría, parte sur de la península del Morrazo, por prestar abrigo a la componente más habitual de los vientos dominantes, cuando hace buen tiempo.

Hacia el interior es habitual fondear en la ensenada de La Borna, que ofrece buen abrigo y tiene una pequeña playa muy coqueta o, pasando el estrecho de Rande, en la zona de San Adrián, o bien buscando el socaire de de San Simón, la pequeña y bella isla del trovador Martín Códax.

Pasando punta Borneira, hacia el Oeste, tenemos las ensenadas de Liméns y Barra, con extensas y magníficas playas, aunque en ambas, muy especialmente la primera, y debido a su particular orografía, azota mucho el Norte cuando sopla fuerte, pudiendo hacer incómodo el fondeo.

Situada entre ambas, ofrece un buen abrigo de los vientos fuertes del Norte la pequeña y encantadora cala de Temperáns, aunque no es recomendable acceder a ella, si no se conoce, pues el acceso presenta escollos y el espacio donde se puede fondear con tranquilidad es reducido.

En la amplísima y salvaje ensenada de Barra hay tres grandes playas: Nerga, Viñó y Barra, donde se puede echar el ancla con fondos de arena, así como junto al frontón rocoso de esta ensenada, situado más hacia el Oeste. De este modo es fácil elegir el lugar de fondeo más cómodo o resguardado, próximo a la playa o más recoleto, sin temor a molestar ni tampoco ser molestado.

Estar rodeado de belleza y en buena compañía es uno de los lujos verdaderos que tanto el ser humano como el canino pueden experimentar y compartir, y que hacen de la navegación por estos parajes un placer auténtico y adictivo, un regalo para los sentidos y un bálsamo para las pequeñas heridas y erosiones de la vida cotidiana.

Para una excursión a vela por la ría, os recomiendo el Wind Rider (ver entrada San Simón) (Tlf. 630926278). Admite perros marineros.

Ver Fondeos Ría de Vigo en un mapa más grande

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias, me ha orientado mucho tu escrito, estamos pensando en ir a las Cies y recalar en algunos de los fondeos que mencionastes.