Islas Cíes: la puerta del paraíso

Hoy me siento filosófico: la vida de todo perro, al igual que la de los humanos, está llena de encrucijadas, caminos diferentes para elegir, puertas que se abren y se cierran, dando paso a nuevas y sucesivas elecciones de caminos, salidas y entradas diferentes.
A veces, de modo casual, abrimos una puerta, o logramos asomarnos a una ventana que nos acerca al paraíso.
Algo así podría decirse de las Cíes, y de todas y cada una de estas pequeñas y maravillosas Islas Atlánticas. A medida que uno se acerca a ellas surge la sensación de estar ante las puertas del paraíso.
Esto es particularmente cierto para la especie canina, a cuyos miembros nos tienen prohibido el desembarco, según las normas del Parque Natural, por temor a que nuestro natural travieso y curioso perturbe la paz y el equilibrio de los otros seres vivos que allí habitan. De modo que hemos de limitarnos a contemplarlas desde la distancia, observando desde la cubierta de una embarcación fondeada.
Estas islas, según dice “Fe”, navegante por vocación y marinero conspicuo, según propia declaración, se encuentran a unas ocho millas marinas de distancia del puerto de Vigo, lo que significa que, navegando a vela, y dependiendo del viento y de la embarcación, se tarda entre hora y cuarto y hora y media en llegar, desde esa ciudad populosa y dicharachera, hasta este paraíso natural, donde uno se siente en plena naturaleza, rodeado de paz, belleza y tranquilidad, en agudo contraste con el ruidoso y frenético ambiente urbano.

Las islas son dos, la mayor situada al Norte, con dos partes unidas por un arenal, que forma la gran “Playa de Rodas” y una laguna interior llamada “Lago dos Nenos”, conjunto descrito por un famoso gurú del turismo como “la playa más bonita del mundo”. Creo que no se equivoca.
Hacia el norte se forma otra playa, grande también, aunque de menor tamaño, conocida como “Playa de los alemanes”, en la que es habitual la práctica nudista debido a su carácter más discreto y recogido.

En la parte sur de la isla se forma la “Ensenada de Carracido”, en la que hay un pequeño muelle para el desembarque, con otra playa, pequeña y recoleta, muy apreciada por dar abrigo cuando sopla fresco el viento del norte.

Justo enfrente se encuentra la isla sur, separada por un freu navegable, “Freu de la Porta”, que a la vez da salida al océano desde estas islas, que cierran y defienden la ría cuando hay mal tiempo, cosa que no sucede muy a menudo, no vayáis a pensar.

Esta isla Sur mira a su hermana hacia el Norte desde una preciosa playa, rodeada de exuberante vegetación. Fe suele decirle a Elna que parece una selva de Indonesia; no creo que él haya estado allí, pero lo dice con la misma convicción y lleno de entusiasmo. Ya conocemos el poder de la imaginación.
Estas islas no están actualmente habitadas, aunque tuvieron en el pasado una pequeña colonia y en ellas habitó recientemente un “Robinson Crusoe” voluntario y contemporáneo, nativo de la isla Norte, a la que decidió regresar y hacer de ella su hogar hasta el fin de sus días. Conocido como “Pichoucho”, lleva su nombre, en su recuerdo, el camino que la recorre, de norte a sur, desde el embarcadero de Rodas.

Tenía por refugio, que no por hogar ya que éste era toda la isla como ya he dicho, una choza construida por él mismo; y una chalana (barca de remos tradicional de la zona) junto con algunos útiles de pesca, como única posesión material. Unido todo ello a sus conocimientos como marinero, bastaba para atender a su sustento.
Cierto que en invierno, los tripulantes de los escasos pero asiduos barcos de recreo que invariablemente fondeaban allí, desembarcaban provistos de víveres, que se cocinaban y compartían en tierra, según relata Fe con cierta añoranza. “Pichoucho” ponía los pescados y mariscos y pedía, de buen talante, a los visitantes y, en cierto modo, huéspedes: “traede carne, por favor”, en lo que era complacido, invariablemente también. Tampoco faltaba el vino.

En verano aumentaba la parroquia y sus preocupaciones alimenticias se evaporaban, pues tenía libre acceso al comedor y la cocina del “Parador”, que así llamaban popularmente, con cierta sorna, al chiringuito que en verano regentaba una amable familia, de grato recuerdo, encabezada a los fogones por “a senhora María”, hoy desaparecidos también.
Muchas más cosas se podrían decir de las Cíes, pero hoy sólo añadiré una mención a su peculiar y amable microclima que las hace, según registran las estadísticas, más soleadas y menos lluviosas que las ciudades y pueblos de la ría que protegen.

Para el alojamiento en las islas hay un camping restringido a humanos pero tenemos la opción de pernoctar en cualquiera de los otros campings de tierra, en la mayoría de los cuales sí nos admiten. Están especialmente bien los de Baiona playa, en pleno arenal de la playa de Ladeira (abierto todo el año, tlf. 986350035), Playa America (tlf. 986365404) o Canido Playa (986462072). Respecto a si podemos estar en los bungalows o mobil homes del camping lo mejor es hablar directamente con los encargados del camping. En algunos casos hay que llevar tienda o autocaravana.
Si preferís otro tipo de alojamiento son una buena opción los apartamentos Rodeiramar.
(986301749, http://www.rodeiramar2a.com), desde 50€ por pareja/noche en plena playa de Rodeira (Cangas del Morrazo).
Para acercarnos a la isla es necesario ir en embarcaciones privadas que nos admitan. Os recomiendo el Wind Rider (ver entrada San Simón) (Tlf. 630926278).


Ver Islas Cíes en un mapa más grande

3 comentarios:

ana costas dijo...

Hola Tago,
Nos encanta tu blog. Es increible. Enhorabuena por tu perruna manera de describir ese hermosa tierra. Tienes unas incondicionales fans en la costa mediterránea (Castellón). Por cierto, no se puede ser más guapo...

Tago dijo...

Muchas gracias Ana!
No conozco la zona de Castellón, pero ya que tengo fans intentaré ir a dar una vuelta por ahí...

Anónimo dijo...

dentro de 15 días nos vamos a Galicia, y ya sabemos dónde podemos ir con nuestra perrita. Muchas gracias por tu blog, es estupendo!!

Un saludo.

Por cierto, que belleza de can!

Victoria